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La alta tecnología es la clave en la carrera por la Copa
de América
Al sonido de un claxon, el estilizado casco del yate de carreras
comienza a surcar las aguas frías y calmadas a una velocidad cre-
ciente; la proa se eleva sobre la superficie levantando una ola a
medida que acelera y enviando ondas que se dispersan sobre la
superficie. Las personas sobre cubierta sienten la brisa en la cara
mientras el casco se desliza a velocidades de hasta 14 nudos, pe-
ro el movimiento y las sensaciones duran sólo unos cuantos se-
gundos: este viaje de un modelo de 25 pies de largo recorre
alrededor de sólo 800 pies y se desarrolla en un enorme tanque
de agua y no a mar abierto. Sin embargo, representa el comienzo
de la siguiente carrera por la Copa de América, la competencia de
navegación más prestigiada del mundo.
Los participantes que desean quitarle la Copa de América a
Nueva Zelanda en 2000 ya han comenzado una investigación ex-
tensa y realizado pruebas dirigidas a diseñar y construir los botes
de velas más rápidos de su clase. Meses, e incluso años, antes de
iniciar la construcción de los botes, los equipos de arquitectos na-
vales, diseñadores, científicos en computación, constructores de
modelos e ingenieros se involucran en una competencia tecnoló-
gica para crear máquinas que puedan completar una carrera de
dos horas unos cuantos minutos o segundos antes que sus riva-
les. Es esta competencia la que trae a los constructores de yates
al tanque de pruebas David Taylor en el Centro Naval para Guerra
Superficial. Aquí, en los tanques de remolque más grandes del
mundo donde la Marina de Estados Unidos prueba modelos de
sus futuros destructores, fragatas y otras naves de guerra, John
K. Marshall, presidente del Club de Yates de Nueva York, observa
cómo varios modelos de cascos de fibra de vidrio navegan a dis-
tintas velocidades.
“Éste es nuestro centro de guerra en superficie; entonces,
quizá sea apropiado que estemos aquí”, afirma Marshall, director
de la campaña Young America, un esfuerzo de $40 millones de
dólares del Club de Yates de Nueva York para construir el bote
que gane el derecho de retar al equipo de Nueva Zelanda por el
trofeo más antiguo en el deporte internacional.
“El veleo es un deporte, una competencia atlética para la que
los participantes deben entrenar y desarrollar sus habilidades”, di-
ce Marshall, “pero la Copa de América también es una compe-
tencia tecnológica y siempre lo será.”
“Si tu bote es igual de rápido, lo que te puede dar la victoria
es tu habilidad para velear”, dijo Bob Billingham del America One,
el grupo que organiza la entrada para el Club de Yates St. Francis
en San Francisco. “Pero no puedes ganar con un bote más lento”.
Por ello, equipos de todo el mundo trabajan para refinar sus
diseños, guardando celosamente sus estudios sobre la forma de
los cascos, botes e incluso los aparejos para ocultar hasta el más
pequeño secreto a sus competidores. Los yates de esta clase son
tan parecidos que ninguna ventaja resulta insignificante. Los vete-
ranos recuerdan cuando un participante australiano le arrebató la
copa a Estados Unidos por primera vez en 1983 con la ayuda de
una innovación radical: una quilla con aletas. Los australianos
ocultaron este secreto hasta el último momento para evitar que
los competidores intentaran copiarlo.
Construir el bote más rápido requiere trabajar dentro de re-
glas estrictas de diseño. De 1958 a 1987, los navegantes compi-
tieron por la Copa de América en yates de la clase de 12 metros,
pero en 1989, un grupo multinacional de diseñadores desarrolló
reglas para una nueva clase internacional que apareció por pri-
mera vez en la competencia de 1992.
Los nuevos botes de la Copa de América son más ligeros, rá-
pidos, angostos y largos, portan un velamen mayor y están cons-
truidos con fibra de carbón en lugar de aluminio. El diseño se
basa en una fórmula matemática que equilibra la longitud del bote
sobre la superficie del agua, el área de las velas y el desplaza-
miento, de forma que al aumentar en forma significativa una de
las dimensiones, se requiere la disminución de las otras. Por lo
general, una nave participante en la Copa de América mide alre-
dedor de 75 pies de eslora, porta un mástil que se eleva 115 pies
por encima del agua, tiene un calado de 14 pies de profundidad y
pesa de 45,000 a 48,000 libras (más de 40,000 libras pertenecen
a un lastre delantero colocado en la base de la quilla).
La lista de retadores del equipo de Nueva Zelanda, que ga-
nó el premio en 1995 navegando a Black Magic , incluye a 16 ya-
tes de clubes y asociaciones de 10 países (5 de Estados
Unidos), quienes han pagado la cuota de inscripción de
$200,000 dólares. Los expertos estiman que 10 o 12 de estos
grupos obtendrán suficiente dinero para construir al menos un
bote, y que quizá 4 o 5 de los competidores mostrarán el talento
y la experiencia para producir naves de primera línea con opor-
tunidad de ganar. Los competidores se reunirán en el muelle de
Auckland en octubre de 1999 y comenzarán una serie de carre-
ras eliminatorias para seleccionar al retador oficial por la Copa
de América; después, el bote ganador competirá con el mejor
yate de Nueva Zelanda en una serie de siete carreras realizadas
entre febrero y marzo del año 2000 en el Golfo de Hauraki, al no-
reste de Auckland.
(cont.)
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